Nada más llegar a la oficina a la mañana siguiente, Flavio vio a Salvador en su despacho, frunció el ceño sin moverse, ocultando sus emociones mediante la acción de pellizcarse las cejas. —¿Por qué estás aquí tan temprano
Había quedado a comer con Fabio para tratar la paliza de Salvador, era asunto suyo estar presente en persona.
Dijo Salvador, —Estaba aburrido de quedarme en el hospital, así que pensé en venir a hacerte compañía. El doctor dijo que en realidad me podrían dar de alta, solo hay que esperar a que llegue el momento de que me quiten el yeso.
Flavio se acercó a la silla de su despacho y se sentó, encendió el ordenador mientras hojeaba los papeles que tenía sobre la mesa: —¿Ya has desayunado?
—Todavía no, he venido directamente del hospital.
Flavio frunció el ceño y reprendió: —Si no recuerdas las instrucciones del médico, contrataré a alguien para que te siga y te lo recuerde en cualquier momento.
—Flavio, no te enfades, le he pedido al ayudante Campos que vaya a buscarme a