Por la noche, Bosco fue llamado al club Nochecoloral por Carlos.
Al entrar en la sala privada, Criz estaba allí, seguía herido, con un jersey y unos pantalones más informales, sosteniendo una copa de vino en la mano.
Bosco frunció el ceño y se acercó.
Los dos hombres estaban separados por Carlos, ninguno miraba al otro, y el ambiente estaba tan estancado y helado que incluso el camarero que servía las bebidas se puso nervioso, hundiéndose en las sombras.
Carlos, apoyándose en el respaldo, con sus largas piernas cruzadas, miró a los dos hombres que bebían, ignorándose mutuamente: —¿qué hacen? Llevan tantos años siendo amigos, ¿tienen que montar una escena así por una pelea?
Les había invitado a tomar una copa para reducir las tensiones entre ellos.
Bosco dijo en voz fría, malhumorado y reprimido, —no tengo nada que decirle.
Dijo Carlos: —cállate, ¿en serio? ¿Cortas con tus amigos después de una pelea?
Bosco le fulminó con la mirada, dijo Carlos, impaciente: —olvídalo, ya que hoy estás d