David y Maurice miraron a Daniel con idéntica expresión: los ojos abiertos como platos, la mandíbula descolgada de sorpresa.
Daniel se echó a reír de verlos así.
—¿Te casarás?
—¿Con Diana? –preguntó Maurice.
—Ya lo dije, ¿no? –David hizo una mueca de incredulidad.
—Amigo, la marihuana no es saludable, ¿sabes?
—¿Huelo a marihuana?
—Ni la coca –agregó Maurice—, ni ningún otro polvo o hierba que te haga tener alucinaciones.
—No estoy alucinando, hombres… —Daniel hizo una mueca y dejó salir el aire—. Tengo tres meses para casarme, o de lo contrario, miles de familias serán miserables. Sobre mis hombros descansa una pesada responsabilidad –Maurice y David se miraron de reojo, y Daniel no se perdió el mensaje en esa mira