— ¿Cariño? ¿De verdad eres tú? —pregunté en voz alta. Por la diosa, debía estar alucinando, pero cuando lo tuve ahí cerca no lo podía creer.
— ¡Carmen! ¡Carmen! —le dije, y ella corrió hacia mí acercándose a la celda. Yo moví mis manos todo lo que pude y logré acercarme a ella. Su solo contacto hac