20. Presa

Adriano observó detenidamente los ojos de la gacela recordando viejas escenas del pasado, ese miedo, ese último grito, salto que se da por sobrevivir, también vio en los ojos del león a si mismo, la precisión, la brutalidad.

Se preguntó si era verdad lo que le había enseñado su padre y los hombres de su padre, si realmente llevamos escritos desde que nacemos si somos leones o por lo contrario gacelas.

Si eso fuera cierto a los Edinburg les tocó ser gacelas no debía sentirse culpable por lo sucedido, pero se sentía miserable así que dudaba que la teoría fuera cierta. Dudaba que esa teoría tuviese alguna validez excepto legitimar la opresión, la opresión de suponer que el destino es algo cerrado. No concebía mayor castigo para el ser humano que pensar que toda nuestra miseria ya ha sido escrita por alguien, mayor cárcel para el alma que suponer que nu
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