Álex y Jasmine se tensaron cuando un olor penetrante y putrefacto llegó hasta ellos.
Bill avanzó con arrogancia despreocupada, flanqueado por dos hombres de rostros sombríos cuya ropa apestaba como si hubiera sido desenterrada de una tumba.
Le dirigió a Jasmine una sonrisa forzada.
—Señorita Jasmine —dijo con suavidad—, ¿le importaría acompañarnos? Hay un asunto importante que necesitamos discutir.
Con los nervios de punta, Jasmine se colocó detrás de Álex.
—¿Qué quieres? —respondió bruscamente.
Bill soltó una risa baja.
—Bueno, espero que puedas devolver el dinero de Charles.
Los ojos de Jasmine ardían de furia.
—¡Él me robó ese dinero!
Bill se encogió de hombros, sonando casi aburrido.
—Tus dramas familiares no me interesan. Si no quieres que las cosas se pongan feas, entrégalo.
Levantó una mano, y los dos hombres de negro se acercaron más, intensificando su nauseabundo olor.
Antes de que pudieran avanzar más, Álex habló con tono calmado y medido.
—Hay demasiados reporteros aquí. Vam