Dominante
Dominante
Por: S.A.Z
Prologo

PROLOGO

Los latidos de su corazón son muy fuertes. Ese sonido del golpeteo contra su pecho sería escuchado por ellos y entonces la atraparían, otra vez. Se obligó a calmarse, bajando la velocidad de su respiración. Y presionando su miedo y ansiedad en lo profundo de su mente, el latido de su corazón se ralentizó hasta ser apenas perceptible. Debía mantenerse en silencio y camuflar su olor. Si la atrapaban… todo habría sido en vano.

Si tan solo pudiera cambiar, ya estaría a kilómetros de distancia, en una habitación de hotel barato, a salvo.

Que ironía, hace un par de años atrás ir a un hotel barato no estaría a la par que seguro. Sin embargo, ahora sentía que es un paraíso. En dos años pueden suceder muchas cosas. El mundo entero puede cambiar, dar una voltereta y ponerse con las patas arriba o, en su propio caso, ser destruido en pedazos pequeños y pisoteado sin compasión.

El chillido de un ave hizo que todo su cuerpo se tensara, preparándose para defenderse del peligro. No estaba sola. El chillido se repitió, irritando sus sensibles oídos.

Es territorios de lobos. Pero ellos no impedían que las aves carroñeras rondarán por ahí, buscando rascar los restos de los huesos de las víctimas. Su canto similar al sonido provocado al raspar el metal con una garra volvió a sonar sobre su cabeza con entusiasmo. Las aves carroñeras encontraron comida.

Hallie miro el cielo, entre hojas y ramas de los árboles logró avistar las plumas oscuras sacudiéndose. Sintió bilis subiendo por su garganta. Tuvo que contener el asco para no desperdiciar lo poco que tenía en su estómago y le daba energía. Esas aves...tan repulsivas. Sus plumas son negras como el carbón, sucias por el barro en un lado y peladas por las peleas por el otro y la punta del pico puntiaguda oscurecida por la sangre. Su aspecto descuidado y mugriento solo acentuaba el miedo al verlos.

Hay cambiaformas de todos los tipos. Hallie no podía imaginar cuál sería su aspecto humano.

Una serpiente blanca se deslizó entre sus pies. La reconoció como una de las últimas prisioneras de las jaulas que sobrevivió. Al huir, Hallie encontró un sitio estrecho con jaulas que contenían, o habían contenido, criaturas para satisfacer las necesidades sádicas de la manada. La cambiante serpiente fue la única que aún respiraba, el resto de las jaulas o estaban vacías o contenían a mujeres que ya habían perdido toda sus fuerzas. Hallie abrió la jaula por compasión, a pesar de que eso la retraso en su huida.

La serpiente rodeo sus pies, acariciando su piel desnuda con la suavidad de sus escamas. Luego la serpiente se alejo silenciosa en la oscuridad. Hallie miro la dirección que se marchó, si continuaba por el camino indicado llegaría mas rápido al límite del territorio.

Clavó las garras en la húmeda tierra y afinó su oído. Estaban cerca, pero no lo suficiente. Se acercaban por la espalda y por la derecha. No noto a nadie cuidando la frontera. Era su oportunidad.

Para Hallie, una de las más veloces de su manada, correr esos pocos kilómetros que la separaban de su ansiada libertad no le costaría más que unos pocos segundos. El problema, eran las trampas.

Los lobos estaban cada vez más cerca. Si no se apuraba, diría adiós a todos sus esfuerzos. Su mente se resignó y hecho a correr. Lidiará con las trampas una por una.

A una velocidad inhumana y en completo silencio, sus pies apenas rozando el suelo, Hallie recorrió un kilómetro exacto antes de que la primera trampa se activase. Cinco flechas volaron hacia ella inmediatamente. Esquivo cuatro, pero no la última se incrustó en su antebrazo clavándose en el hueso. Apretó los dientes, sus colmillos se clavaron en la carne tierna de sus labios, ahogando un grito de dolor. Con las lágrimas corriendo por sus mejillas, miró con furia las sombras que se acercaban a ella y siguió corriendo.

La trampa que activó sin querer mandó una señal de alarma a los lobos, quienes inmediatamente la localizaron. Estaba rodeada, su última oportunidad estaba frente a ella. Agarro la flecha y la sacó de su cuerpo, desgarrando carne. Noto entonces que la punta estaba envenenada.

Apretó el paso, esforzando su cuerpo. La sangre se deslizaba caliente por su piel, el veneno de la flecha entumecía sus extremidades. Pero no podía rendirse, no cuando está tan cerca de su ansiada libertad. Ya habría tiempo después para recuperarse. Ahora tenía que correr.

Cuando era niña, su madre una vez le dijo:

Si tu crees en algo, entonces se hará realidad. Si te esfuerzas en creer una mentira, la mentira al final se convertirá en verdad. Si estas herida, puedes obligarte a no sentir dolor. El dolor no es más que algo inventado por tu mente. No es real.

Mientras corría se repitió, incansablemente como un mantra: El dolor no es real, el dolor no existe. No duele. No duele.

Siguió corriendo repitiendo esas palabras en su mente. Hasta que engañó su sentidos. Y luego se obligó a recordar el infierno que vivió bajo las garras de los lobos. No podía regresar de vuelta, a pasar de nuevo por lo mismo o peor.

500 metros.

400 metros.

300 metros.

Casi podía sentirlo. Esa energía que rodea el territorio de la manada como un barrera que marca la división entre el infierno y la libertad. La diferencia entre morir y vivir. Lagrimas de alivio cayeron de sus ojos.

Entonces, las poderosas fauces de un lobo se hundieron en su pierna. Hallie rugió.

No podía rendirse ahora. No podía.

No es real. No es real. No es real. No es real.

Aguantando otro grito desgarrador, trago la sangre que subía por su garganta. Atrajo su pierna hacia sí, quitando la prisión que tenía el lobo sobre ella, desgarrando la carne en el proceso.

No se detuvo. Arrastrando su pierna herida, continuo.

Los gruñidos de los lobos enfurecidos le persiguieron. Estaban ganando terreno. La estaban alcanzado.

Las fuerzas le abandonaron con cada gota de sangre que se escapaba por sus heridas.

Falta poco. No duele. No duele.

Un lobo saltó sobre ella, tumbando su cuerpo sobre la tierra mojada. Los rayos del sol naciente se reflejaron en la barrera semis-transparente, brilló en tonos dorados y azules. Hallie miro los hermosos colores, preparándose para acabar con su propia vida. Prefería morir que regresar a ese lugar.

Entonces un segundo lobo tan grande y pesado como un oso los embistió. Y mientras los lobos pelean por su presa, ella usó su mano y pierna sana para arrastrarse hacia el límite.

La cálida luz del sol la rodeo, y las luces doradas y azules envolvieron su cuerpo bailando como la aurora a su alrededor. Hallie cruzó el límite, la esperanza despertó nuevas fuerzas en su cuerpo agotado. Siguió arrastrándose hasta llegar al borde de un acantilado. Sin pensarlo dos veces, salto.

Y mientras el viento helado la azotaba con furia, los lobos aullaron enfurecidos después de morder el espacio vacío con sus dientes donde su presa estaba y logró escapar. 

Por fin, Hallie sintió otra vez el alivio de estar viva.

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