Raquel estaba nadando sola en la piscina. Bajo el sol ardiente, se sentía muy bien sumergida en el agua fría y dulce.
Ya le había cuatro vueltas a la piscina cuando Adrián apareció usando sus shorts como traje de baño. Todavía estaba en su silla de ruedas, pero ya estaba semidesnudo, exhibiendo sus abdominales marcados frente a ella.
—¿Cómo está el agua? —preguntó Adrián.
—Perfecta para este clima caluroso —respondió Raquel con una sonrisa.
Él acercó su silla de ruedas a la piscina. Luego, se levantó por sí mismo.
Raquel entró en pánico y preguntó. —¿Puedes manejarlo?
—Son solo unos pocos pasos —contestó Adrián.
En los siguientes segundos, Raquel observó con angustia cómo Adrián cojeaba hasta el borde de la piscina. Cuando finalmente se sentó en el borde, ella suspiró, nadó hacia Adrián, lista para ayudarlo y preguntó. —¿Estarás bien en el agua, verdad?
Adrián le sonrió, se deslizó en el agua y dijo. —Sí, la flotabilidad me ayuda a mantenerme sobre el agua.
—Puedes apoyarte en mí cuand