—¡Mmmm! —Raquel gimió mientras mordía una pata entera de cangrejo rey de Alaska. Había sumergido el cangrejo en una salsa de chile, y ahora la salsa se le escurría por la boca.
—¡Ups! —agarró una servilleta y se limpió las comisuras de la boca, diciendo—. Perdón, pero es que está delicioso.
Mientras Raquel comía, Adrián la observaba desde el otro lado de la mesa, pensando que se veía increíblemente adorable, como una niña comiendo su primer pastel.
—Puedo ver que estás muy satisfecha, parece que acabas de tener un orgasmo —bromeó Adrián antes de soltar una risita.
—¡Jaja! —Raquel se rio con ganas mientras explicaba—. Es que amo los mariscos.
Adrián peló un camarón y se lo metió a la boca, lo masticó antes de preguntar. —¿Cómo sobreviviste estando casada con un hombre alérgico a los crustáceos?
—¡Jaja! —ella se volvió a reír, sus ojos se humedecieron por la diversión—. Yo...
Bebió de su vino y continuó. —Comía sola o con mi mamá. A veces, iba a casa de mi mamá solo para comer mariscos.