#RECUERDO.
Hace más de seis años, en Suecia.
Adrián estaba sentado en la cama del hospital, recuperándose de sus lesiones en la columna y las piernas cuando los médicos entraron y le dieron la noticia que le rompió el corazón.
—Ya tenemos la evaluación completa de tu situación, Adrián —dijo el médico principal—. La cirugía salvó tu vida y tu capacidad para usar la parte superior de tu cuerpo. Sin embargo, no podrás volver a caminar.
—¡No! ¡Eso no puede ser! —reaccionó Alberto, el abuelo de Adrián—. ¡No les pagué millones de dólares solo para que nos den esa respuesta a mi nieto y a mí!
Los gritos no se detuvieron ahí. Alberto Reyes continuó regañando a los médicos desde fuera de la habitación de hospital de Adrián.
—¡Me dijeron que mi nieto tenía un 80% de probabilidades de recuperación! ¿De qué se trata esto ahora? ¿Así que Adrián pertenece al 20%?
—¡Están despedidos!
—¡Consíganme otro médico!
—¡Quiero a los mejores doctores para mi nieto!
Adrián no era un hombre de corazón débil, per