En el camino al cañaveral, Denise y Saulo reían al recordar la primera vez que se vieron.
— No puedo creer que llamaste a hombres para buscarme — decía Denise, entre carcajadas.
— Estaba muy preocupado, ese cañaveral tiene kilómetros de extensión.
— ¿Pensaste que yo tenía algún problema en la cabeza