Capítulo 4

Regina

     Sentí un hueco en el centro de mi estómago al escucharlo decir eso. ¿Entonces están aquí en México para casarse? ¿Por qué soy la última en enterarse? ¿Por qué quiero arrancarle la cabeza? Dios mío, tranquila, Regina, tranquila, sus ojos me miraron fijamente, revisando a detalle mi reacción, me crucé de brazos y ladeé mi rostro con una sonrisa en mis labios. 

     —No me importa. —él abrió sus ojos un poco más por la sorpresa de mi respuesta. —No me importa si te casas aquí en la ciudad de México o en medio de un desierto, si tanto te preocupa lo que piense tu prometida, arréglalo tú, yo no tengo tiempo para ir a convencerla de que no tenemos nada. 

     —Regina, por favor. Ha estado a punto de romper nuestro compromiso por esa nota.

     Me bajé de la silla de la barra. 

     — ¿Qué quieres que haga? Es tu problema, no el mío. —él se tensó más de lo que ya estaba.

    — ¿Dónde quedó la Regina amable y cálida? —solté una risa sarcástica, me giré hacia la barra y luego me giré hacia a él. 

  — ¿Hablas en serio? —él puso sus manos en su cadera. — ¿Dónde ha quedado? —repitió su pregunta. —Creo que, en diez años de no vernos, tenemos derecho a cambiar ciertas partes de nosotros mismos, creo que las vivencias que uno va pasando, lo van haciendo más maduro a uno, ¿No crees? Por ejemplo, tú. 

     — ¿Yo? —arrugó su ceño, confundido. 

     —Sí, hace diez años atrás eras un mujeriego, te acostabas con casi todo mundo, pero ahora...—remarqué las dos últimas palabras. —Te vas a casar. —sonreí y fingí sorpresa extrema. —Sorprendente, ¿No?

     —Tengo un motivo para hacerlo. —moví mis hombros de arriba a abajo. 

     —Y es algo que no me importa saber. Así que, si es todo, que tengas buen día. 

     Se giró conteniéndose. Se detuvo, luego se giró hacia a mí. 

     — ¿Sabes algo? No eres ni un poco de la Regina de quien me enamoré. 

     Aplaudí sarcástica.

     — ¿A poco te enamoraste de mí? ¿Te creeré?, dudo mucho, más cuando vi a una mujer desnuda en tu habitación cuando fui a hablar contigo, tan rápido tuviste la necesidad de olvidarme, tanto amor que tenías por mí... pobrecito. —él se molestó más, en lugar de irse, se acercó a mí a un paso rápido, retrocedí sorprendida, su cuerpo estaba a unos cuantos centímetros del mío para rozar, mi mirada se elevó para mirarlo. 

     —No sabes cómo estuvieron las cosas en ese momento, sé qué parecía que yo y ella...—detuvo sus palabras. —Yo realmente me enamoré de ti, realmente lo hice. 

—No pareció, demostraste lo contrario, así que dudo mucho que eso haya sucedido. 

—Eres una egoísta que solo mira para sí misma, no sabes cuan fuerte fueron mis sentimientos por ti, estabas tan ciega que preferiste escuchar lo que los demás te dijeron que lo que yo te decía, te aferras a lo que dices, que no te importa...—tragué saliva. —...pero tu cuerpo aún me recuerda. Lo siento y lo veo. —aseguró cuando bajó la mirada a mi pecho, las protuberancias debajo de mi blusa, lo dijeron, me crucé de brazos. 

—Creo que es hora de que te marches.

— ¿Tienes algún sentimiento por mi aun? ¿No te dan celos de que la mujer que está a mi lado no eres tú? —arqueé una ceja y sonreí.

— ¿Tan inflado tienes tu ego? —lo esquivé, pero me alcanzó a tomar del brazo para girarme hacia a él.

— ¿Tan aferrada te hiciste? ¿Ocultar tus sentimientos ante todos por mí ha valido la pena? —tiré de su agarre.

— ¿Sentimientos? —saboreé esa pregunta. —No tuve necesidad de ocultar nada ya que ese mismo día, los arranqué de mí. Dime egoísta, pero ¿quién iba a seguir amando a alguien que, a la primera pelea, corre a buscar a quien meter a su cama para consolarse? Dices conocerme, pero lamentablemente nunca fue así. Así que creo que, si quieres salvar tu compromiso y casarte, más vale que vayas y arregles eso, pero una cosa te voy a pedir, a mi déjame fuera de esto. Diez años, es mucho tiempo, Liam. Y no todos vivimos aun en el pasado. —me volví y caminé hasta la salida del departamento, abrí la puerta y le hice seña de que se marche. —Sé feliz, cásate sea cual sea tu motivo por el que lo quieres hacer. Adiós. —Liam estaba rojo, rojo por la ira. Caminó hacia la salida, pero cuando llegó a mi lado antes de salir se detuvo. 

—Cuando nos peleamos esa noche, no pude dormir, estaba viendo la manera de solucionar nuestros problemas porque realmente no quería perderte, Leonard estaba con su novia en mi habitación, habían dormido ahí, entré a bañarme, pero cuando tú llegaste, viste a la novia de Leonard casi desnuda. Era la novia de él...no era ese "a quien meter a su cama para consolarse", si solo hubieses esperado, te hubieras dado cuenta que todo lo que te imaginaste en tu cabeza, nunca fue y no hubieras huido... Buen día. —se salió dejándome con la puerta abierta, mirando en algún punto fijo de la pared. 

Tomé aire y lo solté lentamente. 

—Lamentablemente...él hubiera no existe. —me asomé al pasillo y observé como caminó hacia el elevador, le seguí, presionó el botón del elevador y esperó. — ¿Por qué nunca me lo dijiste? ¿Por qué no me dijiste que era la novia de Leonard? —pedí una respuesta, su rostro se giró lentamente hacia a mí, presionó su mandíbula.

— ¿Y me ibas a escuchar? Cuando algo se te mete en tu cabeza—se presionó la sien con su dedo índice—…no hay nadie que te haga desistir.

—Debiste de insistir…—le respondí.

—Cuando lo iba a hacer, ya estabas arriba de un maldito avión viniendo hacia a acá.

—Debiste de insistir…debiste de…—detuve mis palabras, luego negué, me di la vuelta para regresar a mi departamento, escuché la campanilla del elevador, me detuve a medio camino, no me giré, pero escuché cuando las puertas se cerraron, me mordí el labio, pensé que era un maldito juego del destino, cerré los ojos y solté el aire que no sabía que retenía, estoy a punto de seguir mi camino cuando sentí los brazos de Liam rodearme por detrás, me tensé, dejó su barbilla en mi hombro, mi cuerpo lo reconoció, lo acepté, nunca he podido olvidarlo, había sido el primer hombre en mi vida, había sido, el primer hombre del que me había enamorado hasta los huesos, aun no conseguía olvidarlo a pesar de no verlo durante diez años.

—Debí insistir, debí de hacerlo, pero cuando tu padre me dijo que estabas decidida a empezar a trabajar en la empresa, sabía en algún lugar de mí, que era tu forma de desquitar lo que tenías consumiéndote por dentro, quizás trabajando podrías olvidarme.

—Y lo hice…—susurré esa mentira.

—Mentirosa. —sonreí sin que se diera cuenta. —Sé que sonríes. —puse los ojos en blanco. —Pero como tú misma lo has dicho, estos diez años que estuvimos alejados, cambiamos. Ambos. —me solté de su agarre, me volví a él lentamente.

— ¿Por qué te casas? —pregunté sin miedo a su respuesta. Él acarició mi mejilla con su pulgar, luego suspiró.

—Tengo motivos muy personales. —retrocedió, dejando su pulgar en el aire.

—Bien, ve y soluciona tus asuntos y que seas muy feliz, Liam Foster.

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