44 El destino no puede ser tan cruel.

Todo había perdido sentido para el tigre blanco, todo lo que él había ideado para asegurar que nada ni nadie lo apartara de su esposa, ya no importaba, porque estaba seguro de que Jade lo odiaría.

— Por Dios, ¿Qué es esto? ¿Qué esta pasando? — la voz de una mujer lo saco de su miseria, era baja de estatura, su cabellera negra lucia uno que otro hilo de plata, sus ojos parecían un cielo sin nubes, celestes brillantes, que lo veían exigiendo algo.

— creí decir que nadie podía pasar. — el oriental se giro a ver a su socia, una colombiana que desde el primer momento le había parecido la segunda mujer más valiente del mundo, la primera era su esposa Jade.

— Ella es Kimberly Bach. — presento a

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