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ROMINA
Mónica llegó a lo mucho tres minutos después y nos preguntó si estábamos bien.
— ¿ Estás bien?— Preguntó con su carita de hada preocupada — Paco llamo y dije que el ascensor había perdido energía.
Mónica sabe de mi aberración a los lugares reducidos y oscuros, trate de tragar con dificultad y no por estar encerrada en un ascensor, el beso aún resuena en mi mente como un Gong en el que las imágenes de ese beso se repiten una y otra y otra vez hasta la eternidad, su sabor ventilado y como a café por el desayuno aún persisten en mi lengua y creo que cepillarse no va hacer que me olvidé de como sabe o como se sintió.
— Estoy... — carraspeo y me muevo incómoda por mis arruinados bragas. Sólo bastó un mísero beso para eso — bien, bien... Asustada yo, odio los elevadores por lo mismo.
— Una caja de metal andante que en cualquier momento de te deja caer y te hace puré— repite mis palabras de otras muchas veces mi amiga cansada de la misma cantaleta.
La
— Pues es la verdad — me cruc