En este momento, una inmensa conmoción e incredulidad invadían la mente de Camila.
Un simple Gabriel...
¿Por qué Diego le temía tanto?
— ¡No tengo nada que ver con esto! Todo es obra de Camila, ella me llamó, yo no sabía nada. ¡Fue ella quien drogó a la hermana de Sofía! —Diego, aterrorizado, seguía golpeando su frente contra el suelo ante Gabriel.
Camila observaba con creciente irritación.
— ¡Deja de arrodillarte! —ordenó frunciendo el ceño—. Diego, al menos eres el heredero de los Lagos. Arrodillarte así ante Gabriel, un esclavo desechado, ¡es una vergüenza para tu familia!
Camila lo miraba con extremo desprecio.
En vano lo había considerado alguien importante, planeando seducirlo con una mujer hermosa.
— Diego, ¡qué cobarde eres! —dijo fríamente.
Diego detuvo sus reverencias, mirándola con furia.
— Camila, ¡mujer estúpida! —rugió—. ¡No tienes idea de con quién te has metido!
Camila respondió con una risa fría, mirando a Gabriel con desdén.
— No es más que un fracasado, un sirviente