— Camila, no le cuentes a Valentina que Gabriel me humilló —suplicó Mariana a Camila en el camino de regreso a los Reyes.
— ¿Por qué? Ese maldito de Gabriel se atrevió a hacer que te arrodillaras ante él. ¿No deberíamos contárselo a Valentina para que ella se encargue de él? —preguntó Camila, sin entender.
— ¡Si Valentina se entera de que me arrodillé ante Gabriel, me matará a regaños! —suspiró Mariana.
Como líder de los Reyes, Valentina no podía tolerar que dañaran el honor de la familia.
— ¡Ese despreciable de Gabriel! Algún día lo haré arrodillarse a mis pies y hacer mil reverencias, ¡devolviéndome mil veces la humillación! —dijo Mariana con expresión vengativa.
Camila guardó silencio.
Mariana había ido a esa clínica para ayudarla a curarse; de lo contrario, no habría sido humillada por Gabriel.
Después de un momento.
— Mariana, no te preocupes, Camila definitivamente te ayudará a obtener justicia —afirmó con determinación—. Ese detestable Gabriel no era más que un perro de los Reye