— ¡Gabriel, detente!

Isabella entró corriendo al salón con varias personas, viendo que Gabriel estaba a punto de arremeter nuevamente contra Carlos en el suelo.

Gabriel la miró con indiferencia.

— ¿Por fin te dignas a aparecer?

Isabella se acercó rápidamente y ordenó que ayudaran a Carlos a levantarse.

— ¡Qué atrevimiento el tuyo! ¿Cómo te atreves a tocar a un señor de los Elizondo? —su rostro era glacial mientras lo reprendía públicamente, tal como solía hacer en los Reyes.

— ¡Te ordeno que te disculpes inmediatamente con el señor Elizondo! —utilizó un tono imperativo que no admitía réplica.

Era un tono familiar para Gabriel, uno que había escuchado desde pequeño en los Reyes.

— Isabella, ¿te pasa algo en la cabeza? —se burló Gabriel—. ¿Crees que todo sigue igual que antes?

— Ya no pertenezco a los Reyes. Ustedes mismos me expulsaron, ¿y ahora tienes la desfachatez de darme órdenes?

El rostro de Isabella se tensó.

Tras un momento, su mirada se volvió fría.

— Pedirte que te disculpes c