Dentro de la villa, las copas se chocaban entre sí. Todos levantaron sus copas para brindar por el octogésimo cumpleaños del señor Alejandro.
—¡Señor, le deseamos una larga vida y una felicidad eterna!
—¡Jaja, gracias!
Alejandro estaba radiante de alegría. Miró el asiento vacío a su lado y preguntó