Capítulo 3
Cuando estaba revisando el contrato que me habían enviado.

Recibí un mensaje de voz de Paula en WhatsApp.

“Con voz melosa dijo, —Lo siento, Rosa, Jaime insistió en cuidarme en casa. Era mi culpa que retrasé el progreso de su exposición, por favor no reprochas a él.”

Sus intenciones eran demasiado obvias.

Estaba cansada de responderlo, pero me llamó atención su nueva foto de perfil.

Al ampliarla, vi unas manos grandes con restos de pintura acariciando su rostro enrojecido por la urticaria.

Sabía muy bien esas manos, eran de Jaime.

Realmente se preocupaba por ella.

Cerré la imagen y cambié mi foto de perfil nupcial por un pájaro libre.

El último día de la exposición urbana, me quedé en el backstage ocupándome de los últimos detalles.

Cuando fui a tomar la foto grupal, vi a Jaime estaba en el centro abrazando a Paula.

Los periodistas elogiaban:

—Qué buena pareja el señor Olías y su esposa. Dicen que llevan siete años casados y siguen tan enamorados.

—Su esposa parece muy joven. Dicen que fue ella que gestionaba el estudio de pintura y organizó esta exposición. ¡Qué hermosa e lista!

Ambos oyeron los elogios sin dar la explicación.

Hasta que Paula me vio, y de repente, con los ojos brillantes de lágrimas, se arrodilló frente a mí con un golpe seco.

—Señora Rosa, no fue mi intención. ¡Es que no tuve tiempo de explicártelo! El éxito de Jaime es todo mérito tuyo, no me atrevo a robártelo.

El movimiento inesperado hizo que el ambiente se volviera tenso. Era tan silencioso que solo se escuchaba el sonido de los obturadores.

—Rosa, ¿es necesario que seas tan agresiva?—Jaime protegió a Paula enseguida —Paula ha contribuido mucho a esta exposición, solo estoy presentándola al público. Es normal apoyar a nuevos talentos.

Bajó la voz, —Estamos en público, déjalo ya.

No hice nada, ni lo haré en el futuro.

Con una sonrisa impecable, ayudé a Paula a levantarse y la presenté a los medios.

El lío se terminó bajo una paz falsa.

Al terminar la entrevista, saqué mi móvil para reservar un billete de vuelo, pero Jaime me lo arrebató:

—¿Estás reservando un billete de vuelo? ¿Al extranjero? ¿Cómo no lo sabía?

Lanzó tres preguntas seguidas, con el ceño fruncido y tono sorprendido:

—¿Cuándo tengo una exposición en París? ¿Por qué no me lo dijiste antes?
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