El sufrimiento de Miranda

Despierta mi amor. Capítulo cinco.

Demian estaba completamente convencido del cambio de su hijo, lo había acompañado a iniciar su proceso de rehabilitación y estaba pendiente de cada paso que daba. David sabía mentir muy bien y manejaba al doctor a su antojo, se aprovechaba de su nobleza para conseguir todo cuanto se proponía, mostró mucho interés en el caso de Miranda! y consiguió que su padre le contara todo al respecto. Su mente maquiavélica planeaba su siguiente ataque, por lo que debía diseñar una estrategia infalible, y sólo podría conseguirlo estando dentro del hospital.

– Sabes papá, me gustaría ingresar como voluntario en el hospital donde trabajas, en la clínica de rehabilitación recomiendan que realicemos trabajo comunitario, y que mejor que estar cerca de ti y de tus pacientes, claro, si no tienes inconveniente –.

– Nada me haría más feliz hijo, y si hacer trabajo comunitario ayudará a tu recuperación, entonces no tengo problema en que entres como voluntario al hospital–le dijo Demian inocentemente.

Un gesto retorcido se dibujó en el rostro de David, pero su padre era incapaz de verlo debido al gran amor que le profesaba.

A la mañana siguiente padre e hijo salieron rumbo al hospital, y una vez llegaron Demian le asignó cuáles serían sus deberes, entre los que destacaban el apoyo a las enfermeras en la realización de los controles médicos a los pacientes de cuidados intensivos, lugar donde se encontraba Miranda. Demian estaba cometiendo un grave error, pues esta sería la oportunidad perfecta para que David perpetrara su crimen. Cuándo se dirigió a vestirse con la indumentaria requerida, le esperaba un hallazgo que jamás imaginó. Al verse en el enorme espejo del baño, la imagen de su víctima se vio reflejada, allí estaba, mirándolo con ojos sedientos de venganza, era la enfermera Rossi quién se había metido en su mente para hacerle pagar por haberla asesinado.

– ¿Qué haces aquí m*****a, tú estás muerta-decía David aterrado.

–No quería asesinarte, pero tuviste que cruzarte en mi camino, sabes que no me quedó más remedio que hacerlo, por favor no me atormentes más, déjame en paz, lárgate maldita–repetía David envuelto en una terrible crisis de llanto y desesperación.

Salió corriendo, el pánico que sentía era innegable, entonces se dirigió al cuarto donde se encontraba Miranda y por supuesto la culpaba de lo que le estaba sucediendo.

– Nos volvemos a ver princesa, mira lo que me está pasando por tu culpa, por ahora no puedo matarte, pero te prometo que haré miserables cada uno de tus días, y sufrirás en carne propia lo que yo estoy sufriendo, ¿Sabes que la dulce enfermera regresó para cobrar venganza?, No le bastó con defenderte, ahora también quiere cuidarte aquí, pero está muerta, así que no podrá y tarde o temprano terminaré matándote–le decía David a Miranda apretando con furia su mano.

De la fuerza que ejercía sobre ella al presionar sus manos, a Miranda le habían quedado algunos moretones, esa había sido la primera tortura que ejercería David sobre ella, y lo peor del caso es que nadie se daba cuenta porque el había conseguido vestirse con la ropa del personal autorizado, y podía andar a su antojo por el hospital, y si actuaba de manera discreta sería muy difícil que alguien pudiese descubrirlo. David había desquitado su furia con la pobre paciente que se encontraba en estado de coma, no se conformaba con haberla dañado atropellándola, sino que ahora se había obsesionado con quitarle la vida.

No podía dejar rastro alguno así que se dirigió al área de cámaras para borrar cualquier evidencia que hubiese podido quedar, el encargado del monitoreo era una persona muy amigable y le tenía mucho cariño, David llegó amablemente y comenzó a charlar con el hasta que consiguió hacerlo salir de la habitación. Hurgó en las imágenes de las cámaras de seguridad y borró todo lo que pudiese culparlo. Este hombre no tenía límites y estaba dispuesto a hacer todo lo necesario para conseguir lo que quería, recién había entrado al hospital como voluntario y ya había causado estragos, por lo que quién sabe de lo que pudiese ser capaz después. Demian realizaba Los controles de rutina, y saludó a Miranda con su acostumbrada ternura, era evidente su devoción por ella, y definitivamente su amor por la joven crecía cada vez más.

– Ya casi un mes ha pasado desde tu accidente bonita, Y no hemos logrado hacer que despiertes, perdóname por favor, en estos momentos es cuando me siento tan impotente, por qué a pesar de ser médico no puedo hacer nada para ayudarte y eso me duele mucho ¿Sabes?, me paso los días y las noches pensando en la solución que logre por fin el milagro de traerte de vuelta a la vida, pero no he podido hacerlo–dijo Demian desgarrado mientras acariciaba su cabello.

Y allí estaba el doctor frente a ella, haciendo lo contrario a su perverso hijo, mientras él luchaba incansablemente por mantenerla a salvo, su despiadado hijo hacía todo lo posible por acabar con ella.

– Por ahora debo irme princesa, pero vendré en un rato para volver a verte, nunca olvides que eres muy importante para mí, y que aunque se me vaya la vida en esto, lucharé con todas mis fuerzas hasta lograr tu recuperación– exclamó Demian con vehemencia.

El doctor estaba apunto de retirarse, apenas había avanzado algunos pasos, cuando escuchó como las alarmas de los monitores empezaron a dispararse. La presión arterial estaba descendiendo rápidamente, así que debían estabilizarla cuanto antes o la perdería. 

– ¿Qué te está pasando?, no nos puedes dejar ahora, vamos, lucha conmigo, no te des por vencida tú eres una guerrera recuérdalo, Daniela te necesita, sí, piensa en tu hija, esa pequeña niña a la que le hace tanta falta su madre y que todos los días pregunta que cuando regresará para estar con ella–expresaba Demian desgarrado en llanto.

Todo era un caos en el hospital, la incertidumbre reinaba al no saber qué es lo que pasaría, no querían perder a la paciente más apreciada por el personal del hospital, así que el equipo médico hacia lo impensable para salvarla. Los valores subían y bajaban, las alarmas sonaban una y otra vez, nada estaba escrito, y la vida de la hermosa joven pendía de un delgado hilo qué en cualquier momento podía romperse.

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