Esas duras palabras despertaron de golpe a Mateo. Él golpeó el cristal con un puño. Silvia en ese instante retrocedió muy asustada, intentando mantener la calma:
—Si no me crees, llámala y dile que ya estoy muerta.
Sin pensarlo dos veces, Mateo tomó su teléfono y marcó de inmediato el número de Nat