—Tiene 17 años y es hija de una prostituta, el año pasado la salvé de una fuerte pulmonía, su madre me la vendió prácticamente por dinero para comprar heroína, y eso hice, después la traje aquí y ahora trabaja para mi —me explica y me muerdo el labio inferior.
—¿Y sueles follar con las mujeres que trabajan para ti? —pregunto con cautela.
—Claro que no, jamás toco a mis empleadas ¿Celosa? —un brillo de diversión se aloja en sus ojos.
—No, ¿por qué debería estarlo? No siento nada por ti, y lo que comenzaba a sentir, tú lo mataste —bufo—. ¿Qué ha pasado con mi primo?