—¿Me estás escuchando?
La voz atorada de Lenin me hace salir de mi ensimismamiento, salgo de mi ensueño y mis mejillas se encienden al darme cuenta que estaba fantaseando con un escenario demasiado pecaminoso.
—¿Qué? —trago saliva agarrando las esquinas del lavabo con fuerza.
—¿Qué estabas a punto de hacer con mi hermano? —pregunta levantando la barbilla.
—Nada.
—Eso no lo parecía, Anelys, en el contrato...
—Lo sé, nada de sexo, no estábamos teniéndolo.
Nos m