Al escuchar precisamente las palabras de David intentando persuadirlo, Lorenzo simplemente sonrió y negó con la cabeza, diciéndole:
—Dado que has prometido darme cincuenta millones en fichas, ¡lo voy a intentar! Pondré todos mis cincuenta millones en la mesa, haré honor a mi palabra y jugaré con los dos.
David se sorprendió demasiado en el acto, le dijo:
—¡Cincuenta millones en fichas es un ingreso que para una persona común podría ser imposible de ganar en toda su vida! ¡Podrías cambiar esas fichas por dinero y mejor largarte!
¡Estaba dispuesto a perder toda esa gran suma de dinero en la mesa de juego! Ese muchacho... no era realmente común. La única idea en la mente de David era: o era en verdad un tonto, o era... un verdadero poderoso.
Los dos hombres se rieron al mismo tiempo al escucharlo:
—¡Está bien! ¡Nosotros no discriminamos a nadie por su dinero! ¡Vamos, muchacho! Dado que eres tan sincero al darnos en verdad lo que tienes, permítenos enseñarte cómo se juega en la mesa de