Esa noche caí rendida sobre la hamaca. Una vez recosté mi cabeza perdí la consciencia casi instantáneamente y distinto a otras noches llenas de sueños, recuerdos, apariciones de mis encarnaciones pasadas, esta vez nada ocurrió.
Unas manos cálidas tocaron mi rostro.
-Luna, es hora.- era Rafael quien siempre me cuidaba como a una niña pequeña.
Me despertó con cuidado hablando casi en un susurro.
Por un momento creí que lo hacía con intención de no despertar a los demás. Sin embargo estaba equivocada pues Chamuel, Gabriel y Zadquiel estaban tranquilos conversando en una banca mientras Zadquiel parecía armar y desarmar pistola