El primer impulso de Zadquiel fue maldecir.
Había sido transportado en el momento en que saltó sobre el rubio que cargaba a Luna. Su plan de salvarla sin contratiempos se había arruinado.
Ahora había aparecido no sólo él sino Luna y también el rubio en un lugar que había esperado no volver a ver en su vida.
El salón enteramente blanco cuyos asientos de gran tamaño alineados hacia un gran ventanal parecía no haber cambiado en milenios.
Frente a él estaba Enki.
Zadquiel no podía creer lo que sus ojos le mostraban. Después de miles de años desde el castigo, en su mente