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No puedes escapar del peso de perder todo lo que amas.

—Echos, Cross

—No, Keegan. Ni lo pienses. Nos han echado. C'est fini, amigo. Finito—expresó Federico de mala manera, la preocupación, su dolor, pena y confusión era latente en sus palabras. A lo que no dudo en encogerme de hombros mientras le dedico mi mejor mueca de despreocupación.

Finalmente salimos del coche, habíamos sido expulsados de la Isla Ross, los guardaespaldas se habían asegurado de vernos arrancar el coche de Federico, hasta llegar al otro bando. Donde otro grupo de hombres lo suficientemente armado como para servir en la guerra de Afganistán custodiaba la única entrada. Ahí estaban mirándonos de a bajo a arriba como si estuvieran dispuestos a volarnos los cesos al mínimo intento de caminar hacia ellos.

—¿Des de cuando un Ross obedece las normas?—pregunto mientr

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