Capítulo 17. Atrapado en un mundo de deseo.

La rutina del día estuvo marcada por una crueldad calculada. Emiliano no necesitaba alzar la voz ni amenazarla con cadenas: lo hacía con gestos, con silencios, con la manera en que se acercaba demasiado solo para apartarse un segundo después. Pasearon por la playa al atardecer, y a ojos de cualquiera eran la pareja perfecta, recién casados y devorándose con las miradas. Pero en realidad cada paso era una estrategia, y cada roce un movimiento de tortura psicológica.

En más de una ocasión, Mariana sintió que se quebraría. Pero entonces recordaba que ceder sería darle la victoria, y se aferraba a su orgullo como a un salvavidas.

Pero al llegar la noche la tortura volvía a comenzar...

El silencio exterior, interrumpido apenas por el murmullo lejano de las olas golpeando contra las rocas, se convirtió en un escenario perfecto para la guerra privada que Emiliano había planeado. En la intimidad de aquella habitación, no había testigos ni reglas, sól