Mariana me habló con un tono alegre y despreocupado: —María, regreso a Altamira mañana. ¿Cuándo tienes tiempo? Quiero traer a un amigo para que te visite.
Pensando en mis piernas lastimadas y preocupada por el alcance de mi lesión, le pregunté con cautela: —¿Tu amigo tiene mucha prisa por el vestido?
—No es eso exactamente. Le gusta tu estilo de diseño. ¿Qué pasa? ¿No tienes tiempo estos días?
—Bueno... tengo tiempo, pero me he lastimado las piernas. Probablemente no pueda moverme bien estos días y no quiero arruinar los planes de tu amigo.
Mariana se sorprendió: —¿Te lastimaste las piernas? ¿Qué pierna? ¿Es grave?
—Me golpeé ambas rodillas. Estoy de camino de regreso a la ciudad. Para saber qué tan grave es, tendré que ir al hospital.
—¿Estás sola?
—Me acompañan unos compañeros.
—¿Sabe mi hermano?
Al escuchar eso, me sentí incómoda.
En realidad, justo cuando no había conductores disponibles, había pasado por mi mente la idea de llamar a Lucas.
Desde que esta mañana colgó enojado, no h