Mi amor por él, en esta silenciosa noche profunda, era como el auto a toda velocidad, corriendo sin control.
Nunca imaginé que después de sufrir un golpe emocional tan devastador, pudiera volver a entregar mi corazón a otro hombre tan rápidamente.
Aunque fuera como una polilla lanzándose al fuego, lo aceptaba con gusto.
Pero lo más lamentable era que él, tan brillante y perfecto, tan impecable, me hacía amarlo profundamente y al mismo tiempo me causaba temor enfrentarlo.
Lo miré fijamente, abstraída, sin saber cuánto tiempo pasó, hasta que una voz suave y profunda rompió el silencio del auto: —Tu corazón late muy rápido.
Me sobresalté, volviendo a la realidad, y cuando enfoqué mi mirada en él, vi que había abierto los ojos.
—¿Despertaste? —pregunté con el corazón acelerado, moviendo mi hombro entumecido.
—Mmm... —se incorporó y, sin más, me rodeó con su otro brazo, abrazándome completamente.
Mi corazón se encogió, como si hubiera abrazado no solo mi cuerpo, sino mi alma.
Mi respiración