—Shh... —lo interrumpí, extremadamente avergonzada y nerviosa—. Yo me encargaré de todo, confía en mí.
Asintió, sus hermosas y profundas facciones mostraban emoción: —Bien, confío en ti, y... te esperaré.
—Sí.
—Hace frío afuera, sube ya, llámame si necesitas algo.
—Está bien —asentí, retrocediendo, y también le advertí—. Ve a casa pronto, descansa temprano, no te agotes tanto, la salud es lo más importante.
—Sí, te haré caso.
—Entonces... adiós.
—Adiós...
Me volví varias veces para mirarlo mientras caminaba, y hasta que entré por la puerta de seguridad y subí al ascensor, él seguía ahí parado.
Cuando llegué a mi apartamento y miré desde el balcón.
Su auto seguía abajo, aunque por el ángulo no podía verlo a él.
Me apoyé en el balcón, suspirando suavemente, recordando las escenas en el auto una tras otra, con mi corazón flotando como en el mar, subiendo y bajando con las suaves olas.
Después de un momento, me levanté y me asomé de nuevo, justo cuando el auto se alejaba.
El enorme vehícul