Capítulo 9
—¡Claro que no, Caterina!

Mi madre se levantó bruscamente del sofá, y la taza de café cayó haciendo un ruido sobre la mesa.

—Te hirió de esa manera, ¿y vas a dejar que se vaya sin tener consecuencias? Yo no lo permitiré.

—Mamá, por favor, solo escúchame —dije, poniendo la taza abajo y levantándome para enfrentarme a ella—. He invertido seis años de mi vida en esa empresa. Cada proyecto que diseñé, cada plano que dibujé... todo sigue allí.

—Si la destruyes, también estarás destruyendo mi trabajo.

El rostro de mi madre era severo bajo la luz de la lámpara. Caminó de un lado a otro, con los dedos apretados en un puño.

Como Luna de la Manada Luna Plateada, rara vez perdía la compostura de esa manera.

—Pero ese bastardo...

—Ya he perdido tantas cosas —dije, tomando sus manos en las mías—. Mi juventud, mi amor... Por favor, no me hagas perder lo único que me queda.

Sus manos estaban calientes, pero podía sentir que luchaba por contener su rabia.

El aire en la habitación se calmó gradualmente
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