36. Es el momento.

Nunca había sentido tan largas y aterradoras unas simples escaleras. No eran ni muy oscuras ni muy inclinadas, ni mucho menos llevaban a un sótano embrujado. Aún así sentía mi corazón acelerase a cada escalón y un escalofrío recorrió mi cuerpo al llegar a la puerta. Saqué la pistola y sintiendo su helado peso en mi mano entré a la habitación.

El cuarto del señor Daleman era justo como esperaba, impersonal y lujoso. Cada mueble, color o decoración probablemente fue elegido con el mayo cuidado por un diseñador que nunca se imaginó viviendo ahí. Los muebles de una oscura madera brillaban de limpios y casi estaban libres de objetos. El señor Daleman se encontraba sentado en la cama, desabrochaba su corbata sin siquiera preguntarse quién había entrado. Para ser tan paranoico de verdad bajaba la guardia en su casa.

- ¿Secretaria Guerra?-su voz sonaba extraña, casi como si no le creyera a sus ojos. Subí el arma, afortunadamente no me temblaban las manos.-bueno, siempre supe que acabaría así.
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