Elisabeth, aún no creía que Dante estuviera frente a ella, pero le veía serio y distante. Tenía ganas de abrazarle y decirle lo mucho que se arrepentía, que lo quería mucho.
-¿Puedo pasar? - su voz ronca le erizó la piel.
-Si, claro. - le dejó espacio para que pasara.
Dante pasó y miró el salón, pero no había rastro de los niños. Escuchó la puerta cerrarse y se giró.
-¿Quieres tomar algo? - el negó.
-No, quiero ver a mis hijos. - respondió tajante.
-Claro, voy a ir a por ellos. - tragó saliva. -Estan jugando.
Eli dejó a Dante en el salón y fue por los niños a la habitación de ellos. Cuando entró, nos pequeños estaban sobre una cama de juguete en el suelo. Los cogió y los puso cada lado de su costado y salió de la habitación.
Dante al verles, dejó caer unas lágrimas. Se había perdido mucho de ellos, perdió la memoria y no recordó a sus hijos. Pero gracias a su hermano y ex cuñado, pudo saberlo. Cogió a los pequeños y les sonrió, dejando besos sobre sus mejillas.
-Que grande estáis,