Deseo

Al día siguiente se celebraría una tertulia en casa de los Montt Subercaseaux y Luz María disponía de todos y de todo para que estuviera perfecto. No solo se trataba de recibir amigos, como lo hacen en las casas de las personas comunes, si no que se trataba de concretar negocios familiares, y buscar pretendientes para los hijos e hijas. Si Camille ya estaba prácticamente casada, ahora tocaba la tarea con Dafne; sus padres imaginaban que sería más complicado, por su carácter rebelde y pasión por la escritura y por leer; cosas que no eran bien vistas en una señorita que quiere ser una buena esposa. Ella, a diferencia de su hermana, nunca se interesó por aprender a bordar, disponer de una mesa, saber qué cocinar y para qué ocasiones. Ella siempre escaba de esas enseñanzas aludiendo a que ya se encargarían otras personas, o diciendo que en realidad para qué aprender eso si ella no se casaría jamás; esto último lo decía especialmente para molestar a su madre. María Luz no estaba dispuesta a permitir que ninguna de sus hijas se quedara soltera, y si Dafne no era apreciada por saber cosas domésticas, sí era bien sabido que su hermosura no era comparable con la de ninguna otra joven, y que muchos hombres, incluso amigos de su padre, la pretendían por su encanto y belleza. En el fondo lo que su madre quería era aprovechar esas cualidades a favor de la familia, y casarla con alguien de una gran fortuna para dejar a su familia en mejor posición aun, y descansar hasta que les toque a las más pequeñas, que para eso faltaban algunos años todavía.

Pero esa noche el destino tenía deparado otra cosa muy distinta

Los invitados comenzaron a llegar a eso de las seis de la tarde; la mesa ya estaba dispuesta con diversos manjares, con especialidades de comida francesa, champagne importado de Francia también, poncheras con jugo de frutas cocidas para los más pequeños, y muchas flores para adornar diversos lugares del salón. Desde el sur de Chile, habían traído copihues que estaba muy de moda para decorar este tipo de eventos familiares.

Dafne baja las escaleras de su casa para saludar, luce un hermoso vestido rosado con encajes en las mangas y parte del pecho, es de confección francesa y su padre lo mandó a hacer especialmente para su cumpleaños número 15, de esto ya había pasado casi un año; era noviembre de 1909 y el ánimo era jubiloso; todos comentaban la emoción que sentían al saber que serían testigos de un cambio de siglo. Cuando Dafne aparece, se interrumpe la conversación unos minutos; ella se acerca primero a los padres del novio, Don Francisco Alessandri, y a doña Marianela Ortúzar.

_Dafne, qué gusto verte_ dice Marianela_ el novio, Raimundo Alessandri, está de pie esperando su turno para saludar a su futura cuñada.

_Dafne, ¿Cómo estás?

_Muy bien gracias, espero que todo sea de su agrado_

_Todo es de nuestro agrado_ dice Raimundo mirando a Dafne con aire lascivo que ella notó en su mirada.

_Me alegro, lo dejo con mi hermana, su novia, permiso. _ ella se alejó para saludar al resto de los invitados.

Para ella eran todos burgueses que pensaban solo en llenar sus bolsillos de dinero, ¿para qué quieren más? Se preguntaba a veces, jamás en público, quizás en alguna tertulia literaria o con su amigo Vicente, que ya estaba mostrando sus escritos en Paris, extrañaba mucho a su amigo, a Jorge, por supuesto no lo habían invitado; y el resto parecía gente sin nada interesante que contar, nada que a ella y su espíritu inquieto pudiera fascinarla; todo era política, en la que ella no podía opinar casi; negocios, que no le interesaban en lo más mínimo o lo que harán los novios después de casarse, eso le provocaba; sueño con Camille a pesar de llevarse solo por tres años de diferencia, nunca pudo tener una buena relación, era demasiado parecida a su madre.

Avanzaba la tarde y ya todos habían disfrutado en gran parte del banquete ofrecido, cuando alguien le pidió a Dafne que tocara algo en el piano; ella hace bastante que no practicaba, pero sabe varias piezas de memoria y entre morir de aburrimiento y tocar música prefirió hacer lo último.

Justo antes de disponerse a tocar, alguien llamó a la puerta; pronto entraba un joven que ella no rehaber visto nunca, pero que capturó toda su atención, el invitado que había llegado en último momento era Gastón Balmaceda, ella sin poner más atención a quien había entrado, se decide a tocar el piano; cuando Gastón ve a Dafne, para él fue como la visión de un ángel, su perfil era perfecto, su figura sentada era femenina y elegante, sus manos parecían espigas movidas por el viento y parecían tocar la melodía de Chopin con delicado amor y sentimiento. La visión de Dafne lo cautivó por completo hasta el fin de la velada.

Cuando Dafne terminó de tocar, María Gracia una amiga en común los presentó a ambos.

_Dafne, ven, quisiera presentarte a mi amigo de la infancia, él llegó hace muy poco a Chile para tomar el cargo de director del servicio de impuestos en Chile, su nombre es Gastón Balmaceda.

_Mucho gusto_ Ahora la tenia de frente y era más hermosa de como la había imaginado, sus ojos azules eran profundos, hermosos y melancólicos.

_EL gusto es mío_ ella lo miró de nuevo, y percibió que tenía unos tiernos ojos claros, el tacto de su mano es suave, y su porte es distinguido, además de tener una bella sonrisa.

_Bueno, ahora me gustaría que se conozcan y verán que tienen mucho en común, verás Dafne que a Gastón también le gusta mucho la ópera como a ti. Lo que es mí me produce dolor de cabeza_ ella ríe, pero ve que Gastón y Dafne no le hicieron mucho caso.

_Permiso, mi madre me está llamando.

_Si por supuesto, muchas gracias_ reaccionó Gastón.

_ Y dígame, Don Gastón ¿Cuál es su ópera favorita?

_LA BOHEME DE PUCCINI

_Para mi esa está en el segundo lugar_ Ambos se sonrieron maravillados por haberse encontrado

Esa noche que parecía ser una aburrida tertulia, terminó convirtiéndose para Dafne en una noche mágica; con Gastón habían hablado de todo, solo se distanciaron un momento para que Gastón pudiera ir a hablar con unos caballeros del salón que necesitaban hacerle preguntas o más bien sugerencias, respecto a los impuestos que debían pagar a la república, muchos señores lo felicitaron por su nuevo cargo, invitándolo a sus palacetes, u ofreciéndole todo el apoyo que ellos como parlamentarios y clase dirigente podrían ofrecerle. Pero todo el tiempo sus miradas iban dirigidas hacia Dafne, sus movimientos, su sonrisa, todo estaba lleno de gracia y hermosura; apenas pudo separarse del grupo de caballeros, llegó nuevamente hacia ella, para continuar con la conversación apasionante para ambos. Juntos hicieron planes de asistir a la inauguración del Museo de Bellas Artes, próximo a estrenarse en el bicentenario, Gastón le hablaba de su vida en Inglaterra, y con quienes se reunía allá; se había hecho buenos amigos a los que ya empezaba a extrañar, pero ésta era su patria y aquí debía hacer su futuro. Toda la conversación se desarrolló a la vista de todos y no faltaron las miradas inquisitorias, sobre todo de su hermana, que se acercó para decirle al oído que se veía muy mal hablando con un hombre; pero Dafne hizo como que no escuchaba y siguió su animada conversación, incluso cometió la osadía de salir de la vista de todos, para llevarlo a la biblioteca y enseñarle unos ejemplares de sus escritores favoritos. Ella le habló de Charlotte Bronté  y él de Anthony Trollopi. Tomaron ejemplares, rosando sus manos y ambos estaban incendiándose por dentro, disfrutaban su proximidad, pero ambos sabían que lo que estaban haciendo les podría acarrear problemas.

_Deberíamos irnos_ dijo ella susurrante_ si mi padre nos ve aquí es capaz de obligarlo a que se case conmigo. _ dijo ella con una sonrisa, mientras de reojo miraba hacia la puerta que habían cerrado.

_Eso para mí no sería ningún inconveniente, todo lo contrario, sería una especie de premio_ los corazones de ambos se aceleraban con más fuerza, su pecho estaba cada vez más cerca del de él, que a ella le parecía varonil y aromático.  Sus cuerpos empezaban a tocarse cada vez más, eran movimientos casi inconscientes, sus manos que estaban caídas se encontraron tímidamente en el aire, sus dedos se entrelazaron, y sus rostros comenzaban a acercarse cada vez más sintiendo agitada su respiración.

_Dafne, eres la mujer más hermosa y cautivadora que he conocido en mi vida.

_Y usted es el hombre que más cosas me ha hecho sentir en tan poco tiempo.

_Dime, ¿que sientes hora? _ ella respiró profundo para controlarse y explicar lo que le pasaba en ese instante_ siento que quiero apretarme contra su pecho, pero no lo hago yo, sino que son sus manos las que me invitan tomando mi cintura, y me dan ganas de quedarme aquí viviendo, mientras sus labios comienzan a rozar los míos para finamente entregarnos al cadencioso vaivén de nuestras bocas conociéndose.

_Dafne, ¿puedo hacer que lo que me dices se haga realidad en este instante?

_Es lo que más quisiera Gastón.

Ambos se acercaron presurosos, besándose apasionadamente, ella tomó su espalda, aferrándose a él, mientras Gastón acariciaba primero su suave cabello, después su pequeña cintura, para ir bajando hasta sus sensuales caderas, el beso fue intenso, y terminaron afirmados sobre la mesa del escritorio de ébano, de la biblioteca; él pegado a ella, ella sintiendo por primera vez esa dureza masculina de la que había oído hablar a alguna amiga más adelantada en temas amatorios ella quería tocar, así como él ya estaba empezando a deslizar su mano por encima de su vestido. Pero no se decidió a hacerlo, y como ella no lo había hecho, decidió que tampoco la tocaría él debajo de su vestido. Sacó su mano suavemente y la posó sobre su pecho, el sintió un estremecimiento, al sentir esa forma redonda suave y firme en sus manos, y le pareció de parte de ella una entrega muy erótica e inocente al mismo tiempo; por supuesto que él había estado con otras mujeres antes, después de todo era diez años mayor que Dafne, pero en ese momento sintió que nunca había sentido algo así por nadie, ella era única y todas las demás quedaban reducidas en segundo a vagos recuerdos de placer. De pronto Dafne se separó de él de golpe y lo miró con gesto de alerta; habían pasos que se acercan hacia donde ellos estaban; Dafne actuó rápido y lo hizo salir por la puerta de la biblioteca que daba hacia el jardín, no sin antes darle un furtivo beso.

Ella volvió a su sitio y recompuso su vestido, los pasos se detuvieron frente a la puerta, recordó su escondite de niña y se metió a un armario que estaba al frente al escritorio; desde dentro se oye que alguien abre de golpe las puertas y entra, da unos pasos, examina la ventana, que Dafne había tomado la precaución de dejar cerrada, y vuelve a salir por donde entró no está aquí la señorita escuchó decir, era Rosita. Salió del armario a prisa, se acercó a la puerta y esperó a que nadie la observara para subir a su habitación, valiéndose de que la escalera estaba casi al lado de la biblioteca de su padre.

Subió y se metió rápido a su cama, tapándose hasta la cabeza De pronto siente que alguien va hacia su dormitorio, era su hermana pequeña, quien al verla le dice a alguien: _está aquí_ y salió nuevamente de su habitación. Apenas se sintió a salvo se levantó para escribir en su diario de vida:

“Hoy conocí el fuego en los brazos de un hombre, conocí mi deseo en carne viva, por fin mi cuerpo febril se sintió aliviado de besos y caricias. Hoy conocí a Gastón Balmaceda y al pronunciar su nombre, mi pecho se incendia y mi boca desespera.”

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