LA DROGA DEL VIOLADOR
CAMIL DE LA FUENTE
—¿¡Camil!? ¿¡Qué te ocurre bonita!?— preguntó Marta palideciendo al menos dos tonos al verme tan descompuesta, y desaliñada, con el rostro prácticamente verde por las nauseas, el mareo y un poco de deshidratación sumado al cóctel para completar el cuadro—¿Que demoni0s haces aquí a estas horas?¡Pero dime algo Camil!¡Dime algo!
—¡Ayúdame! ¡Ayúdame Marta!, ¡Si!— pido casi entre hipidos y sollozos que no puedo contener al verme allí, después del sacrificio que resultó llegar. Con el dolor de haber sido ultrajada, y sin tener la más put@ idea de dónde está la persona más importante en mi vida; en los brazos de mi mejor amiga me permito desmoronarme en medio de aquella sala de urgencias, extrañamente calmada a esa hora de la madrugada.
—¿Qué pasa Camil? ¿qué te hicieron?— insiste ella con verdadera preocupación en la voz. Me mira expectante y acaricia la maraña que es mi cabello, buscando consolarme.
Yo muerdo mis labios, pero me es difícil hablar.