Buena suerte, Betiana

Las penumbras de la noche caían lentamente, tapando la claridad en el horizonte.

Un fuerte viento sacudía todo a su paso. En los últimos meses el impacto de estos acrecentaba su fuerza. Atravesaban la ciudad como una estampida de búfalos. 

La jungla de cemento, de unos 50 o 60 mil habitantes, comenzaba a cobrar vida. 

Las luces  UV del alumbrado público se encendían, los controles en los ingresos ratificaban la rutina. 

El temido rebrote del Covid en su última mutación, había cobrado unas 100 mil personas en todo el país, especialmente en la región central, en la que entraba La Punta. 

El templo de Asera brillaba en el centro

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