La Resistencia Digital

El descubrimiento de la brecha en el sistema no solo representaba una oportunidad para estos chicos, sino una ventana hacia la esperanza para toda una población atrapada en la opresión digital, tiranizados dentro del sistema al que no le importaban desde hacía muchas décadas atrás. Conscientes del poderío de las corporaciones, sabían que su lucha sería una batalla difícil y peligrosa, pero también comprendían que la libertad cibernética de su pueblo valía la pena. En esta era, donde todo se realizaba mediante el acceso a la red, era crucial mantenerse conectado; sin embargo, eso no era asequible para todo ciudadano y se monopolizaba de forma cruel. Estar desvinculados, como ellos lo estaban, solo significaba pobreza, retroceso y muerte.

Cada uno había presenciado de cerca el sufrimiento y la marginación impuesta por la falta de acceso equitativo al ciberespacio. Desde niños en las calles sin educación hasta enfermos desatendidos en hospitales, la desigualdad digital se manifestaba en cada rincón. En su propio hogar, Enzo, había presenciado la inminente muerte de su madre por una enfermedad que solo la consumió al no tener un seguro que les ayude a cubrir los tratamientos. Su padre no era considerado un trabajador esencial, por ser maestro, y finalmente terminó como tutor en la zona exclusiva de la ciudad, y esa función no era tomada en cuenta para adquirir un seguro familiar, solo personal.

Incluso el gobierno, constreñido por los lazos de dependencia con las mega corporaciones, carecía de la fuerza para desafiar esta realidad, se habían tenido que conformar con el silencio al ser encarcelados uno a uno si osaban levantar una voz de protesta. Por esa razón, ellos habían decidido unirse en una resistencia clandestina, conscientes de los riesgos pero impulsados por la urgencia de la causa. Cada uno poseía singulares habilidades de programación y sistemas, todas ellas aprendidas con el acceso que conseguían en estos lugares secretos que debían visitar para tocar un pedacito de virtualidad en un mundo interconectado como el suyo.

Las noches se convertían en largas sesiones de planificación, en las que trazaron estrategias meticulosas para evitar la detección de las corporaciones. En cada paso, sentían una mayor responsabilidad por liberar a su sociedad de las cadenas digitales impuestas por el poder económico. En ocasiones, revisando información de épocas antiguas, fantaseaban con lo que podrían hacer si gozaran de tantas posibilidades al alcance de sus manos, totalmente disponibles para todos.

Sabían que todo se había dado de forma progresiva o es lo que podían comprobar en los documentos escondidos en la red, pero desconocían el propósito real de la corporación para mantenerlos enclaustrados en esa pobreza mental y física. Asumieron que era el hambre de poder, que ya había llegado a niveles megalómanos o ¿quizás se les había salido de control? Finalmente, ya no tenía importancia pensar en eso; con el corazón lleno de determinación y el peso de la responsabilidad sobre sus hombros, el grupo de jóvenes rebeldes ya lo había decidido, se iban a sumergir en ese mundo digital, plagado de secretos y resistencia, pero salpicado de esperanza.

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