El sonido del timbre final llega como un alivio, y los alumnos empiezan a empacar sus cosas. Vanessa y yo nos miramos de reojo, como siempre lo hacemos cuando la clase termina. Me levanto lentamente, guardando mis cosas, pero algo en su actitud se siente diferente. Ella no parece la misma. Y yo, por más que lo intente, no puedo dejar de pensar en las veces que la he visto mirar su teléfono de manera sospechosa, como si esperara un mensaje que nunca llega.
Hace días que lo noto, pero hoy es la gota que colma el vaso. Hay algo en su actitud que no encaja. No es el hecho de que no me hable tanto como antes, ni el silencio incómodo que ha seguido nuestras conversaciones. Es su frialdad, como si todo estuviera bien, pero yo sé que no lo está. Vanessa nunca ha sido así de distante, ni conmigo, ni con nadie. Siempre tan extrovertida, tan desenvuelta… pero ahora, parece que se está guardando algo. Y no puedo dejar de pensar que tiene que ver con lo que vi ayer.
Las piezas no encajan. Y