TREINTA Y CUATRO

— ¿Qué quieres decir con eso Aidan? - la voz de Mariana tembló, y como no si aparentemente el hombre delante de ella estaba dispuesto a seguir protegiendo a su hermana.

— Mariana no realices una pregunta de la cual tú eres la que más conoce la respuesta - Aidan se apartó y se sentó perezosamente en el asiento detrás del escritorio, Mariana se quedó tiesa en su lugar, claro que ella conoce la respuesta, Aidan la protege y no importa que crímenes ella cometa, mientras sea Aidan Dumonts quien la proteja nada le puede ocurrir, las lágrimas ruedan por su mejilla, pero el hombre ya no le había vuelto a mirar.

— Entonces, supongo que debería de intentar de matarme a mí para que tú reacciones es por eso que mi hermana comete todo tipo de crímenes, hasta la de quedarse con el 20% de tus acciones porque tú se lo permites - Aidan gruñó y la observó con fiereza, al escuchar que la mujer más comprensiva ante sus ojos expresaba esas palabras.

— Mariana, para, detente - El hombre no estaba de humor
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