Un pingüino no tendría nada que envidiarle en ese preciso momento. Con caminar torpe y como si sus piernas estuvieran hechas de gelatina, Nick caminaba al estilo de los bebés. Dando traspiés y tambaleante, iba delante del moreno quien reprimiéndose las ganas de reír, lo observaba.
Casi llegando a la mesa, donde el desayuno les esperaba, un hombre les había visto salir del pasillo donde estaban los aseos y extrañado les preguntó:
-¿No sabían que los aseos están estropeados?-
Nick se alarmó al oír tal pregunta mientras que Mark, calmado y sin preocupación alguna, respondió:
-Somos los fontaneros-
El joven le miró como diciendo “Eso no se lo cree nadie”.
-¿Ustedes los…fontaneros?- se sorprendió el tipo mirándoles de arriba abajo -¿No van muy…arreglados?-
Nick rodó