Llegaron y ya los estaban esperando en el aeropuerto, subieron a su Audi A3 Sportback y fueron a la residencia que tenía Lucciano.
— Bienvenido señor. — Saludó Digna, el ama de llaves.
— ¡Hola Digna! La señorita es mi prometida, Luggina Pierre.
— Un gusto señorita Pierre.
— Hola, Digna.
Digna la miró con un disimulado desagrado, para ella Dayanara nunca dejó de ser la señora de esa casa.
— ¿Los señores van a comer?
— No Digna, mi mujer y yo saldremos a cenar.
— Con el permiso de los señores me retiro.
Lucciano tomó la mano de Luggina y subieron las escaleras.
— Esta será tu habitación.
— Bien, iré a arreglarme, y nos vamos.
Dio un beso y entró.
Caminó por la habitación miró la cama sonrió y se tiró de espaldas.
— Esto es un sueño. Lucciano y yo juntos de verdad sin contrato de por medio. Lo amo, lo amo.
Sentía su corazón estallar de la felicidad. Entró al baño a ducharse, se tomó todo el tiempo que deseó.
Mientras Lucciano hizo una llamada de urgente a la casa de modas, para hacerl