—¡Oh, Dios mío! —exclamó sorprendido Loui cuando vio cómo estaba vestido. —¡Te ves demasiado genial! —decía todavía con aquella voz emocionado.
—Gracias. —sonreí después de acercarme y ver mi reflejo en el espejo. —¿No crees que me veo un poco exagerado? —le pregunté con un poco de vergüenza.
—Para nada, te ves genial. —sonrió también y fue a buscar la gabardina. —Te faltó esto, —me la tendió. —no querrás morirte de frío allá afuera. —dijo de forma sarcástica.
—Tienes razón, —dije con una sonrisa. —gracias, Loui. —me acerqué a él para abrazarlo y él enseguida correspondió.
Pocas veces tuve esas oportunidades de abrazar a mi amigo, y como le quería demostrar mi aprecio; ése significativo abrazo fue lo que más quería darle, aparte de que tenía también qu