—Me tienes bien inflamadas las pelotas. Lárgate, antes de que te arranque la lengua de raíz. Luego de esto, espero no te cruces por mi camino nunca más o lo último que verás, será a mis perros alimentándose de ti.
Comencé a silbar suave en el momento que escuché la puerta de la habitación abrirse. Se veía muy molesto y creo que ahora viene a darme una descarga. Debo evitar a toda costa que lo haga. Cuando está así, sí me da algo de miedo.
—Creo que sería conveniente que te vayas a dormir. Te ves muy cansado y estresado.
—¿Otra vez espiando conversaciones ajenas?
—¿Yo? Eras tú quien estaba gritando. ¿Quién querría oír tu conversación?
—¿Aún tienes pensado irte?
—No creo que debamos hablar ahora. Debes irte a descansar o a meditar. Un rompimiento no es fácil.
—Lo dice quien nunca ha tenido novio.
—¿Y eso qué? ¿Para ser igual de infeliz que tú o que me rompan el corazón así? Mejor me quedo como estoy.
—Ah, ¿sí?