27 de junio de 2021
Giselle
El sol estaba comenzando a ponerse en el horizonte, y el sonido suave de las olas chocando contra la orilla era como una melodía tranquila que nos envolvía. La playa estaba desierta, casi mágica, con el cielo tiñéndose de tonos naranjas, rosados y violetas, reflejando la calma que había invadido mi corazón desde que llegamos aquí. Un pequeño bungalow, de paredes blancas y techos de palma, se alzaba justo frente al mar, y desde allí, podía ver cómo el agua brillaba bajo la luz dorada de la tarde. Era perfecto.
La luna de miel. Ese momento que tanto habíamos soñado y esperado. James y yo, finalmente, estábamos solos, en un rincón apartado del mundo, lejos de las preocupaciones, los horarios, las demandas de la vida diaria. Solo nosotros, el mar y el cielo. Era un tiempo para desconectarnos, para disfrutar de cada pequeño momento, para seguir aprendiendo el uno del otro y, sobre todo, para disfrutar de lo que habíamos construido juntos.
La suave brisa acaricia