Elisa despertó entre los brazos de Emanuel, el hombre la abrazaba por detrás y tenía la cálida y enorme mano sobre el vientre de Elisa. Miró el reloj, eran las seis de la mañana y él aún seguía en la cama.
—¿No vas a trabajar hoy? —le preguntó y él como única respuesta la abrazó con más fuerza. Elisa cerró los ojos, no quería levantarse de ahí, quería quedarse en esa cama por siempre.
—¿Confías en mí, Elisa? —le preguntó y ella se volteó para mirarlo, sus narices se rozaron y los alientos se cruzaron.
—Claro, ¿Por qué lo preguntas? —él bajó la mirada y con la yema de los dedos comenzó tocar el mentón de ella.
—Me lo dijiste ayer, que como podías confiar en mi si ni siquiera era honesto conmigo mismo &