Sin dudarlo, Arya se lanzó hacia adelante con su espada alzada, seguida por Arion y los demás caballeros. La batalla fue rápida pero feroz; las estringes se lanzaron contra ellos con rabia, pero la fuerza y la determinación del grupo, forjada en el crisol de incontables horrores, eran abrumadoras.
Arya cortó a través de las criaturas con precisión, sintiendo cómo la adrenalina corría por sus venas, un combustible efímero que la mantenía en pie mientras luchaba codo a codo con sus compañeros. Finalmente, después de unos momentos intensos, lograron acabar con las estringes restantes. El hombre cayó de rodillas, el cuerpo temblándole por el impacto y el alivio. Las palabras apenas le salían, entrecortadas por jadeos mientras miraba a sus salvadores con una gratitud casi dolorosa. —Gracias… por los dioses, gracias… —Eirik se desplomó de rodillas, el cuerpo temblándole por el impacto y el alivio. Las palabras apenas le salían, entrecortadas po