Annie, creo que...

Kentin me acorraló entre la mesada de la cocina y él, con la mano izquierda apagó la hornalla y la pava dejó de silbar.

—Ken-Kentin, están... mis padres —susurré, pero eso a él no le importaba en lo absoluto, le encantaba torturarme, hacerme que lo desee… que lo busque.

—Si haces demasiado ruido posiblemente nos escuchen —me susurró al oído, acto seguido le pasó la lengua a mi oreja, haciendo que me derritiera en sus manos; se sabía de memoria todos mis puntos débiles, lo que tenía que decir y cómo lo tenía que decir, y en ese momento yo estaba perdiendo el control de mi cuerpo.

Una de sus rodillas separó mis piernas y con agilidad me subió a la mesada; la tela de mi vestido azul se subió por mis muslos, dejando una peligrosa entrada en mi fortaleza corporal. Kentin seguía atacando mi cuello y mis orejas, mordiendo y tirando mientras yo intentaba ahogar mis gemidos.

Se escuchaban los pasos de mis padres en el piso superior, pero nada que indique que se propusieran a bajar, de todas fo
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