Los días siguientes fueron muy tranquilos. Ali me evitaba todo el tiempo, y pareció centrarse en la única razón por la que me había arrastrado allí, nuestro hijo. Yo en cambio pasaba los días en los jardines, mandándome mensajes con mi amiga, a la que había puesto al día de todo y que me había asegurado que me haría una visita pronto.
No llevaba ni una semana allí y ya sentía que me asfixiaba, y no tenía ninguna vía de escape en aquel lugar. Pues desde que habíamos llegado, Amir parecía no querer otra cosa más que pasar tiempo con su padre, y eso me dejaba a mí bastante fuera de juego.
Caminaba por los jardines que había detrás de la casa, cerca del pequeño huerto que Habiba, mi cuñada, solía visitar todas las tard