Leonor observó a ambas partes.
Preguntó con seriedad: —Señor Palacios, ¿quieres seguir?
Simón sonrió graciosamente y dijo: —Por hoy es suficiente, he estado jugando todo el día y estoy cansado.
—En ese caso, detengámonos aquí por hoy. Enviaré todas sus fichas a su habitación primero. Con tantas fichas, tomará un tiempo liquidarlas, — dijo muy amable Leonor.
La liquidación de fichas, que incluía comisiones y tarifas, ciertamente requería ciertos cálculos.
Simón aceptó con la cabeza y se levantó.
En ese momento, David gritó furioso: —¡No puedes irte!
—¿Por qué? — preguntó Simón.
David se quedó asombrado por un momento, luego apresurado dijo: —Aún tenemos dinero, podemos seguir jugando.
—Bien, pero estoy cansado hoy. ¿Qué tal mañana? — Simón sonrió.
David se quedó sin palabras por un momento.
Después de todo, no podía obligar a nadie a seguir jugando con él.
Hacerlo así sería lo último que realmente la ciudad del juego querría.
Mientras tanto, Lorenzo se sentó allí, perdido y muy confundi